Nómada y en tacones

    A mediados de agosto el frio va en aumento, el invierno se aproxima y las lluvias se le adelantan, el cielo se oscurece, y las gotas de agua azotan los techos de los hogares ya oxidados por la humedad cotidiana. En Fresno, el firmamento se nubla pronto, los días son más cortos y las noches más largas, el comercio local cierra sus puertas y se abren las posibilidades laborales de las mujeres que se ponen sus tacones para salir a buscar el sustento diario durante la noche.

    Carretera Panamericana, municipio de Fresno
    Foto: Jesús Pérez
     

    Es mi primer día en busca del personaje principal, son más de la once de la noche y no hace mucho que cesó la lluvia. Me propongo esperar bajo el techo de lo que de día es una funeraria al lado de la carretera panamericana. El tiempo pasa lento y la paciencia se me agota, hace bastante frio y la ansiedad casi que me obliga a tomar la libreta y la pluma para que escriba lo que pasa, y en mi interior, solo espero hallar pronto la mujer que tanto he rastreado. 

    Hace algún tiempo era fácil encontrarla, no había hora fija, se caminaba normalmente por las calles de: El Camellón, Caselata, La Plaza o la variante, y de repente en frente te la topabas, casi siempre con un short corto, blusa escotada y un chaleco de jean; cabello oscuro suelto y ondulado; rostro maquillado y lápiz labial de un rojo mate. Últimamente solo se le ve en las noches, con su pulgar derecho alzado al aire sobre la vía que une Fresno con Mariquita y Manizales, cerca de la bomba de gasolina de Cootransnorte, esperando a ser recogida por los viajeros que posiblemente podrían ser sus clientes.

    Representación gráfica de una trabajadora sexual
    Foto: Jesús Pérez

    Una semana después de casi suspender su búsqueda, la encontré. Ella iba caminando por El Camellón en pleno medio día, se dirigía en la dirección contraria a la que yo llevaba, tuve que lanzar un grito para llamar su atención y que de esa manera se detuviera. Éste primer encuentro se llevó a cabo de manera veloz, me presenté, le informé que quería saber de ella y de su clandestina cotidianidad, me dijo su nombre, donde la podría encontrar… y se marchó. 

    Michel, como dijo que se llamaba, se dedica cada mañana a ayudarle a la señora Rosa Albina, su madre, con los oficios domésticos de su casa ubicada en la vereda Trincheras, cerca al corregimiento del Tablazo. -Yo lavo, barro, tiendo camas, le ayudo a mi mamá con la comida y en las tardes me dispongo a coger café, desyerbar o lo que haya por hacer, y ya después en la noche me arreglo y salgo a trabajar -menciona, mientras bosteza por el cansancio de la noche anterior.

    Sector de partidas/ entrada al corregimiento de El tablazo el cual conduce a la entrada de la vereda de Trincheras
    Foto: Jesús Pérez

     

    Los días para ella son largos y las noches no se quedan atrás, a causa de problemas familiares se fue de su hogar siendo muy joven, había maltrato verbal de otras personas y la prostitución se dio como una posibilidad para hacer lo que le gusta y sobrevivir de ello, y así de esa manera, cumplir el sueño de ahorrar y poder pagarse las cirugías para verse y ser completamente una mujer. Desde muy joven mostró su inclinación con el género femenino, algo en lo que su madre no se entrometió, y por el contrario apoyó. 

    A sus trece años, la coordinadora del colegio donde se encontraba estudiando le informó a la señora Rosa Albina que su hijo se inclinaba sexualmente por otros niños, lo que para ese entonces ya se conocía en su hogar, pero no en su vida normal. Ese llamado de atención afectó sus relaciones sociales y familiares en el momento, la desplazó de su colegio y de su educación, ya que a causa del suceso no pudo continuar su formación escolar.

    Entrada a la vereda Trincheras
    Foto: Jesús Pérez

    -yo tenía catorce años cuando empecé mi transformación física, me fui de casa y conocí a Koni, ella es travesti también, tenía una peluquería y me prestaba ropa de mujer para que me pusiera y saliera a la calle, me peinaba y maquillaba -comenta, mientras se detiene para respirar y narrarme parte de lo que vivió como prostituta en burdeles y calles de Manizales, Rio Negro, Bogotá y Mariquita, -lugares en donde la envidia abunda, no hay tranquilidad y la violencia está presente de forma permanente-, comenta Michel.  Ella es una chica joven, se le ve seria de forma continua, pero es a causa del trajín diario y lo que tiene que vivir, aún con todo eso y más, dentro de ese rostro lastimado se encuentra una gran sonrisa pícara, una alegría y amor por lo que hace, cosa que podría parecerle extraño a algunos y tal vez denigrante a otros, pero es así.

    A las once de la noche le sigo los pasos sin que ella se dé cuenta, claro que no por mucho tiempo, puesto que con anterioridad me dijo -usted no me puede acompañar porque me espanta los clientes-, luego de ese llamado de atención tuve un poco más de tacto y paciencia, y es que seguir una caminante no es fácil, un día está acá y al otro puede amanecer en lugares que no se podrían siquiera imaginar. 

    A media noche, me paro en la esquina del supermercado Ara en el Camellón, y en menos de cinco minutos luego de haber pasado Michel frente a mí, otra chica joven, de altura baja y con rasgos que me hacen notar que es una habitante de calle, me agacha la cabeza, pero a pesar de ello, alcanzo a notar que tiene sombras en sus ojos, aparte de las ojeras que carga, tiene sombras color plata en sus ojos, labial rojo y ropa escotada… es otra nómada, pero en sandalias, y por lo que noté, el único camino que la guía la tiene cegada, la ha alejado de la realidad y la sostiene con pasos lentos y errantes.

    ¿Michel, en dónde vive?, le pregunto en medio de una de las conversaciones que hemos tenido. -Vivo en varias partes, donde puedo. Mi casa está con mi mamá en Trincheras, pero también me quedo con mi hermano o acá en Fresno, donde doña Isabel, la mamá de mi amiga Fernanda-. Una nómada, o al menos un prototipo, a pesar de que cuenta con lugares para hospedarse, no tiene certeza de que lo hará en alguno de ellos, ha de ser muy complejo subirse a los autos de desconocidos que transitan por una carretera como la panamericana, sin seguridad alguna más que la que le ofrecen los preservativos que carga para el acto sexual, luego bajarse y no saber para dónde dirigirse.

    La noche es amiga de Michel, se presenta a ella como una escapatoria de la vida diaria y la gente “normal”. El mundo que la acorrala y limita de día, en la oscuridad la dota de poder y le permite ser más mujer. Su vida es la representación de la historia de muchas otras, que al igual que ella, están expuestas diariamente a la explotación e inseguridad, en un país donde la vulnerabilidad es alta, y las ofertas de otro empleo son bajas.

    La exclusión laboral, la discriminación, el rechazo y la transfobia son fenómenos sociales que se pueden abolir, es necesario analizar la prostitución y el famoso rebusque sexual para develar estrategias que integren y den voz a quienes diariamente tienen que trabajar en un oficio en donde el peligro y la violencia siempre están presentes. Por lo pronto personas como Michel seguirán ejerciendo la labor que la vida les ha enseñado, mientras la sociedad toma conciencia y adopta el respeto por la vida de quienes se encuentran siendo rechazados.

    Por: Jesús Pérez 

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