“Sí se pudo”: eufórico recibimiento al presidente Petro de un grupo de colombianos en Nueva York

Palabras del Presidente Gustavo Petro durante el encuentro con la comunidad colombiana en Nueva York

Hace bastantes años, siendo un joven congresista, me acompañaba en eso que se llama UTL (Unidad de Trabajo Legislativo), un joven de apellido Otálora, que tenía su hermana aquí, en la clandestinidad, trabajando de negro como llamaban en ese entonces.

Y tuve la necesidad de venir por estas regiones y quise conocer cómo se vivía si uno era un ilegal en Queens, y vine a vivir donde la hermana de mi empleado Otálora. Ella vivía con el esposo.

En alguna esquina, muy cerca de aquí, ya no recuerdo, entré a un cuarto pequeño. Tendría, quizás, de 9 a 10 metros cuadrados, y ahí había tres familias, tres parejas, tres trabajadores, hombres completamente destruidos en las fábricas. Uno ecuatoriano, otro paraguayo y el otro colombiano.

Y fui entendiendo una realidad que, quizás, desde Colombia no se comprende a profundidad. Una realidad que viven centenares de millones de personas de todos los pueblos del mundo, que también vive el pueblo colombiano cuando tiene que salir de su país por x o y razón.

Tiene que luchar, luchar y luchar en tierras extrañas, en donde ni las leyes lo protegen, en donde continúa siendo como una especie de paria, en donde es perseguido de manera cotidiana, mirando las esquinas, subiendo al bus para no ser detectado, escondiéndose y escondiéndose del otro colombiano, de otra colombiana.

Así deambula un pueblo en las calles de Europa, en las calles de los Estados Unidos, un pueblo que bien merece la pena redimir, un pueblo que bien merece la pena emanciparse.

Las personas que han llegado, unas mejor que otras, a construir aquí su propia existencia, su propia vida, quizás la inmensa mayoría deseando algún día retornar, algún día construir algo allá, siempre con la nostalgia, siempre con la tristeza del país que se dejó, del terruño, del lugar.

No éramos los colombianos amantes de irnos de nuestras propias montañas, de nuestro mar, de nuestros pueblos, de nuestra comida y de nuestra cultura y de nuestros bailes, no éramos amantes de surcar los mares, de ver qué había más allá, pero la simple realidad de la violencia pululando por doquier, destruyendo la existencia por doquier, fue construyendo una diáspora que fue recorriendo el conjunto del planeta llenando de colombianos y colombianas los más extraños lugares del mundo.

Hoy, incluso, este discurso es algo extraño: Un Presidente de Colombia aquí, en Queens, hablando con su pueblo.

Y creo que bajo estas nuevas realidades, que son los del mundo de este siglo, que son las de la humanidad, porque cada vez nos tenemos que ver más como seres humanos que como simplemente una parte atómica de él, tenemos que variar una serie de circunstancias.

Por eso decidimos nombrar como representante permanente ante las Naciones Unidas, aquí en Nueva York, a una dirigente indígena.

En aquel entonces nadie le creyó. Cómo así que el petróleo era la sangre y que si se extraía podía perecer la vida. Hoy no es sino abrir las páginas del periódico y leer los informes científicos y miles y miles de científicos dicen exactamente lo mismo que Roberto Cubaria: que si se saca el petróleo perece la humanidad, que llegó un momento en donde nos toca cambiar las costumbres, los consumos, las tecnologías, las producciones, las maneras de relacionarnos entre los seres humanos para producir o para consumir, porque si seguimos haciendo esa labor basada en el petróleo y el carbón, simplemente desaparecemos del planeta y de la faz de la Tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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