En el panorama mediático actual, el sensacionalismo se ha convertido en una estrategia recurrente para captar la atención del público, especialmente en tiempos donde la inmediatez prima sobre la profundidad.
Este fenómeno, conocido como amarillismo, no es nuevo, pero sus implicaciones actuales en una sociedad hiperinformada y conectada son motivo de análisis.
En Colombia, y particularmente en el Tolima, hemos sido testigos de cómo figuras públicas, en especial líderes políticos, se convierten en el centro de narrativas mediáticas que a menudo priorizan la controversia sobre la información objetiva.
Un caso destacado es el de Johana Aranda, alcaldesa de Ibagué, quien ha sido objeto de un escrutinio constante por parte de algunos medios de comunicación. Si bien el papel de la prensa es cuestionar y supervisar a las autoridades, es crucial que esto se haga con rigor, imparcialidad y respeto por los principios de la ética periodística.
Las noticias negativas, en muchos casos, tienden a predominar. Desde señalamientos sobre la infraestructura de la ciudad hasta críticas por su gestión administrativa, la mandataria ha enfrentado una cobertura que, en ocasiones, parece centrarse más en destacar problemas que en analizar soluciones o logros.
Sin embargo, es esencial reconocer que el enfoque mediático no solo impacta la percepción de una administración, sino también la confianza de la ciudadanía en sus instituciones.
Por otro lado, también debemos reconocer que el sensacionalismo responde, en parte, a las demandas del mercado. En una era donde los clics y las interacciones en redes sociales generan ingresos, los medios enfrentan la presión de producir contenido que capte la atención inmediata. Esto no justifica, pero sí explica, por qué los titulares llamativos y las historias controversiales suelen desplazar el análisis profundo o los reportajes de largo aliento.
No se trata de silenciar las críticas ni de evitar el cuestionamiento a las figuras públicas. El periodismo debe ser incómodo y estar al servicio de la verdad. Pero cuando el objetivo principal de la información se desvía hacia la obtención de beneficios comerciales o políticos, corremos el riesgo de desinformar, polarizar y erosionar la credibilidad del oficio periodístico.
En este contexto, el reto para los medios de comunicación es doble: satisfacer las exigencias del mercado digital y mantener el compromiso con la verdad y la objetividad. Esto implica promover una cobertura que no solo señale los problemas, sino que también reconozca los avances y contextualice los desafíos de quienes lideran las instituciones públicas.
La confianza en los medios no se construye desde el escándalo, sino desde la responsabilidad. En Qué Onda, renovamos nuestro compromiso con un periodismo equilibrado, que valore tanto la crítica como el reconocimiento, que informe con rigor y que busque contribuir al desarrollo de nuestra región y país. El sensacionalismo puede ser tentador, pero la verdad siempre será nuestra mejor aliada.