Estás fueron las palabras del presidente Petro durante el acto de socialización y pedagogía de las políticas del Gobierno del Cambio

Además el mandatario afirmó, que “Esto que estamos construyendo, que se llama ‘Justicia Social’, tiene que ver con que nadie, independientemente de cuánto dinero tenga en su bolsillo, puede ser excluido. Tiene el derecho de acceder a los derechos universales”.

En el fondo, las reformas que proponemos, que comienzan a discutirse en el Congreso de la República -aquí al frente-, y que se pueden convertir en leyes si la sociedad colombiana quiere, esas reformas si quisiéramos sintetizarlas. Esas reformas si quisiéramos volverlas digeribles, en un lenguaje común; comunicarlas a una sociedad que quizás no ha tenido la oportunidad de su estudio, del libro porque se lo han quitado.

A los colombianos y a las colombianas les han quitado los libros porque les han quitado la posibilidad del saber por décadas y décadas donde se destruyeron los presupuestos de la educación pública, por ejemplo.

Si quisiéramos volver simples las palabras, de lo que significa el ‘cambio’ y las reformas, podríamos sintetizarlas un poco así: ‘las reformas significan, pretenden qué un joven o una joven pueden ir a la universidad, si quieren’. Significa que un viejo o una vieja pueda tener una pensión y un plato de sopa caliente en un lugar digno para vivir. Significa que una trabajadora pueda tener estabilidad laboral y no ser acosada ni laboral, ni sexualmente para que se le prorrogue un contrato laboral de tres meses.

 

Significa que cualquier niño o niña de este país pueda tener en su mesa un vaso de agua potable. Significa que un campesino o una campesina pueda tener un pedazo de tierra fértil para producir alimentos para su sociedad. Significa que cualquier familia, en cualquier lugar del país, pueda tener la visita rutinaria permanente de un médico, de una médica, de una enfermera que le pueda tomar la presión a la mujer embarazada, para evitar que muera -como hoy están muriendo- o que pueda atender el niño y la niña en su desnutrición, o que puede atender al viejo, o que pueda prevenir la enfermedad.

Con esa simpleza es que podríamos decir que así se marcan las reformas que estamos presentándole al Congreso. No estamos presentando negocios hechos desde el Estado; no estamos profundizando ese camino que no trajo justicia social y que nos condujo a ser una de las sociedades más desiguales del planeta.

Lo que estamos presentando son proyectos de reforma que buscan la garantía real de los derechos universales fundamentales para la sociedad colombiana. Creemos. Creemos que así se construye la paz.

¿Qué es la paz? Un acuerdo con algún grupo armado pasa por ahí, pero sabemos que esos acuerdos son reemplazados por nuevas guerras, nuevas violencias y nuevos actores que se arman.

La violencia en general puede disminuir en Colombia si Colombia es para todas y todos los colombianos. La violencia en Colombia tiene una causa motora, no la única, pero si la fundamental, que es la exclusión que ha vivido esta sociedad, muchos de sus territorios, mucha de su población.

Es esa desigualdad permanente y profunda, que no se ve en casi ningún otro lugar del planeta tierra, la que nos ha llevado a vivir décadas de violencia permanente, casi que una violencia perpetua, casi como si fuese la manera normal de vivir de un colombiano o de una colombiana. Y, no lo es.

Violencia que se vive en campos, en regiones, pero que se nos cuela por todos los poros porque generaciones enteras, incluso, han enfermado mentalmente al vivir, al convivir, en medio del terror, en medio de la violencia, en medio de la sinrazón.

Una violencia que se mete incluso en la familia, que golpea a la mujer, que golpea al niño, que se mide en las truculencias del barrio cuando no puede haber tolerancias ni discusiones. Una vez se toma una cerveza o dos, cuando no se ve ni siquiera en las discusiones, cuando ni siquiera lo podemos sentir en la política porque la política también la convirtieron en un instrumento del odio y no del encuentro y de la reconciliación.

La violencia se nos ha vuelto casi que el diario vivir. No solamente las personas que están subyugados por las autodefensas de no sé qué o por las disidencias de no sé cuánto, permanentemente viviendo bajo las armas en regiones. Y se acostumbraron quizás al terror.

Pero la vivencia no está solamente allá. La violencia está aquí; la violencia está en los hogares; está en los barrios; la violencia está en los colegios; la violencia está en la política; la violencia se pasea por estos palacios porque no ha sido posible precisamente que Colombia les pertenezca a todas y a todos los colombianos.

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